RAFAEL: La lectura de «Diario del Arte» me hace recordar aquellos años de mi niñez hasta la adolescencia en una Córdoba de aquellos años cuarenta hasta los setenta, de barrios de nuestra ciudad como el de la judería cordobesa, tranquilos, y en primavera -verano bulliciosos, con una convivencia entre vecinos , en unos patios donde se compartía todo, donde los niños jugábamos con cualquier objeto e inclusive se inventaba, y nuestra madre de conversación. El problema de un vecino era el de todos. Me identifico con algún personaje del libro, aquellas tardes de merienda sencilla y noche de escucha, de tertulias de primavera y verano, mujeres con abanico junto al pozo que en ocasiones era la “refresquera“ de vecinos, y si no muy tarde escuchando y aprendiendo de los mayores, sabiduría natural de la vida. Noches de Enero de gatunos saliendo a la caída de la tarde de las gateras a hacer de ronda, que toda casa debía tener y en verano haber lo que caía…. Gracias al autor por hacernos recordar esta época tan entrañable perdida de nuestra ciudad, todo es Arte.
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